SAULO SE QUIERE MUDAR

SAULO SE QUIERE MUDAR
Escrito por: © Enrique Santiago


INTRODUCCIÓN
La presente historia se desarrolla en el patio de una casa de vecindad; tipos de viviendas muy comunes en las ciudades grandes de América Latina. Saulo, el personaje central, se dedica a pensar en voz alta y se da cuenta que mudarse de una vecindad a otra es buscarse casi siempre los mismos problemas, ya que la gente tiende a comportarse de forma parecida en todas partes. A lo último llega a la conclusión de que hay mucho peligro  en la calle, pero igualmente hay bastante peligro en las casas donde se vive.

LOS PERSONAJES
SAULO: Hombre de edad mediana. Un trabajador pobre de cualquier ciudad de América Latina.
DUILIO: Un vecino que presta herramientas y no las devuelve.
RUBÍ: Una mujer joven con bastante osadía.
EL NOVIO: Hombre robusto con tatuajes en todas las partes visibles de su cuerpo, novio de Rubí.
PERLA: Vecina que acostumbra a pedir prestada una taza de azúcar a Saulo.

PRIMERA PARTE
SAULO
         Esta vecindad está plagada. Llevo viviendo aquí tres años y apenas me doy cuenta de que todos están medio locos. Tendré que mudarme otra vez. Quizás en la próxima vecindad me vaya mejor con los vecinos. Por cierto que lo mismo pensé hace tres años atrás cuando me mudé de la otra vecindad, donde tuve que salir corriendo debido a que una noche le hicieron cuatro agujeros a punta de tiros a la ventana de mi cuarto. Entonces hacía un par de años atrás cuando tuve que marcharme de otra vecindad donde los ratones acabaron con el único traje elegante que tenía –bueno, dizque “elegante”. Es como un círculo. Voy de un lugar a otro y alguna cosa o varias cosas malas me están aguardando. Razón tuvo Cristo al afirmar que el rey de este mundo es Satanás. No puede ser de otra manera: La maldad está en cualquier lado donde uno mete la cabeza. Si no fuera porque tengo a mi madre viva allá en Pénjamo, yo no tendría ánimos de seguir adelante en este mundo. En realidad, como dice una canción por allí: “No vale nada la vida, la vida no vale nada”. Quizás alguna vez me vaya mejor. Aunque creo que lo mejor para mí será el día en que se acabe el círculo de las vecindades. Pero ¿cuándo llegará ese día? Seguro que con la muerte.
DUILIO
(Entrando)
         Buenos días, señor Saulo.
SAULO
         Buen día, señor Duilio.
DUILIO
         Menos mal que lo veo, señor Saulo. Estoy necesitando que me preste un destornillador. Es que la puerta del cuarto está rozando con el piso.
SAULO
         Sí, pero antes de que le pueda dar prestado el destornillador, primero me debe devolver el alicates y el martillo que le presté hace unas dos semanas.
DUILIO
         Ah, sí, sí, señor Saulo. Ya se los traigo. Con permiso.
(Se retira)
SAULO
         Si no se hace así, uno se va quedando sin nada, y puede que llegue el día en que se salga a la calle en los meros calzoncillos.
RUBÍ
(Entrando)
         Hola, don Saulo.
SAULO
         Buen día, Rubí.
RUBÍ
         ¿Qué hace usted por acá pensando en voz alta?
SAULO
         Bueno, amiga, pensando en cosas sin importancia.
RUBÍ
         Menos mal que lo veo, don Saulo. No sé si es tan amable y me presta unos 100, ya que no tengo para irme al trabajo.
SAULO
         Ahorita no tengo. Lo siento. Y, a propósito de dinero, me debes 100 de la otra vez.
RUBÍ
         Es que he tenido algunos gastos, pero a fin de mes le prometo que se los pago.
SAULO
         Cada vez que me ves me dices lo mismo. No sé cuántos fines de mes me has prometido.
RUBÍ
(Acercándose a Saulo)
         Bueno, don Saulito. Tenga un poquitín de paciencia. Yo le pagaré
(Le pasa la mano ligeramente por el cierre del pantalón)
SAULO
(Se mueve algo nervioso)
         ¿Qué insinúas, mujer? ¿Acaso me quieres pagar en especies?
RUBÍ
         Ay, don Saulo. ¿Qué me cuesta a mí llegarle a usted a su cuarto esta misma noche cuando ya no haya moros en la costa? A fin de cuentas, usted vive solo, ¿no?
SAULO
        ¿Estás loca? ¿Me quieres meter en problemas? ¿Acaso dejaste de la noche a la mañana al novio gigantón ese que siempre viene a buscarte en una moto?
RUBÍ
         No, no lo he dejado aún. Pero no se enrolle por eso. Donde come uno, comen dos y hasta tres.
SAULO
         No, querida amiga. No quiero que el gigantón ese me vaya a fracturar las costillas un día de estos por estar aprovechándome de su novia. Mejor me pagas los 100 que me debes. Es posible que un fin de mes de los que vienen pueda ser un gran día, me lo plantearé así. Además, eso de andar enredándose con mujeres ajenas es algo que no tiene sabor. Pórtate bien.
RUBÍ
 Está bien. Disculpe. No pensé que se fuera a ofender. Tranquilo que pronto le pagaré.
Se oye una moto que se detiene. Entra el novio de Rubí.
EL NOVIO
         Buenos días.
SAULO
(A la vez que Rubí)
         Buenos días.
RUBÍ
         ¿Qué tal, querido?
EL NOVIO
         Muy bien, amor. ¿Y tú?
RUBÍ
(Abrazando y besando al novio)
         De maravilla. Conoce a mi vecino, don Saulo.
EL NOVIO
         Mucho gusto, Fernández.
SAULO
         El gusto es mío. Saulo Burgos, para servirle.
RUBÍ
         A don Saulo lo veo como si fuera mi padre, y creo que es la única persona amable que vive en esta loca vecindad.
SAULO
         Ni tanto, Rubí. Lo amable como que cada día se me va gastando como si se tratara de un hielo que se derrite.
RUBÍ
(Tomando al novio del brazo)
         Bueno, mi amor. Vámonos. Necesito ir a la tienda de cosméticos a comprar algunos maquillajes.
El NOVIO
         Hasta luego, don Saulo.
SAULO
         Que les vaya bien.
Rubí y el novio se retiran. Una moto suena en la calle.
SAULO
         No es que la gente de ahora es más desordenada, la gente es así desde siempre; si no, en la antigüedad no hubiera existido Sodoma y Gomorra. Si Caín mató a su hermano Abel, ¿qué cosa rara no puede hacer una loca como esta que acaba de salir? Por cierto que el novio que tiene se parece a un luchador de sumo y tiene tatuajes quizás hasta en el ojo del chiquito.
PERLA
 (Entrando)
         Ay, don Saulo. Qué bueno que lo veo en el pasillo. Vengo a ver si me hace el favor de prestarme una tacita de azúcar.
SAULO
(Sacando una bolsa de su chaqueta)
         Tome, pues, doña Perla. Ponga su tasa para llenársela.
PERLA
         Oh, don Saulo. ¿Cómo es que carga una bolsa de azúcar en la chaqueta?
SAULO
         Bueno, doña Perla. Pensé que usted vendría como siempre a pedirme una tacita, y entonces decidí traerme la bolsa desde la cocina. Como para no hacer el viaje.
PERLA
         Ah, ya veo. Bueno, muchas gracias. Le aseguro que a final de mes, cuando vuelva mi marido, le repongo el azúcar.
SAULO
         No se preocupe, doña Perla. Me dijeron que su esposo tenía varios años de haberse marchado; dizque salió corriendo un día del mundial de fútbol gritando: “¡Goooool!”, y desde esa vez no volvió a aparecer. Por lo tanto, como ya son varias decenas de tasas de azúcar, creo que le puede salir muy caro al hombre –si es que vuelve a dar la cara por aquí, ¿no?
PERLA
         Ay, Dios mío. Qué pena con usted, don Saulo. Y qué chismosos estos vecinos. Es verdad, mi marido se largó hace tiempo. Y lo peor del caso, alguien me dijo que se puso a vivir con un trasvesti; uno de esos tipos que se creen mujeres.
SAULO
         Si eso es así, no se dé mala vida por ese tipo. No vale la pena vivir con un degenerado. Imagínese, se enamoró de otro hombre. Como dicen allá en mi pueblo: Se perdió la cosecha.
PERLA
         Bueno, don Saulo. Con permiso.
SAULO
         Bien pueda. Y si va a hacer café, por lo menos bríndeme de una tacita; quizás así le perdono la deuda de las otras tasas de azúcar.
PERLA
         Con gusto. En unos minutos se la traigo.
(Se retira)
Duilio pasa en puntillas de un lado a otro detrás del escenario, escondiéndose de Saulo.
SAULO
         Así es la vida en esta vecindad. Quizá en otras vecindades es mejor. O quizá en otras es peor. Parece que la gente es igual en todas partes. Parece que las historias son las mismas, tan solo que las caras son distintas.

SEGUNDA PARTE
Saulo viene de la calle.
SAULO
         Deben ser como las once la noche. La calle se volvió muy peligrosa. Allá en el bar donde jugaba dominó con unos amigos, a un tipo le metieron en la boca una pistola y lo amenazaron de muerte. El de la pistola lo llamaba tramposo y le mencionaba la que lo parió y a otros parientes. El amenazado tuvo que devolver a la fuerza la plata que se había ganado en las cartas. Incluso creo que entregó todo lo que tenía. Por poco se le salen los ojos al pobre pendejo, y por poco nos hicimos en los calzoncillos los que mirábamos la escenita. Pero para mí, el asunto no terminó allí. Como a unos 300 metros desde aquí un malandro me puso en el cuello un cuchillo de los que salen en las películas de Rambo; de esos que casi alumbran en la oscuridad, afilados y aserruchados por detrás. El tipo me quitó los tres billeticos que cargaba en la cartera y el reloj “made in China” que compré en la zona franca. Tomó mi teléfono celular, lo observó por un instante y dijo: “La cagada de celular que carga este huevón”, y, en vez de robármelo, lo lanzó hacia un basural que suele haber al lado de la calle. El tipo se fue y yo tuve que revisar entre la basura. Encontré el teléfono, aunque agarró un olor podrido. En fin, llego a la conclusión que cualquier lugar puede ser peligroso para estar o para vivir.
Se oye una moto que se detiene en las afueras.
RUBÍ
(Entrando y acomodándose la cabellera)
         Hola, don Saulito.
SAULO
         Hola, Rubí.
RUBÍ
         Qué noche tan bella y estrellada. Qué luna tan bella ¿Verdad?
SAULO
         Sí. A pesar de todo, la noche es bella. ¿Y tu novio?
RUBÍ
         ¿El gigantón de aquella vez?
SAULO
         Claro. No sé si tendrás otro. Como andan las cosas hoy en día, las mujeres cambian de marido como de camisa.
RUBÍ
         Con ese ya terminé. Pero hay dos más que andan detrás de mí como perros de cacería.
SAULO
         Es porque tienes el encanto de la juventud, por no decir otra cosa.
RUBÍ
         ¿Cuál es la otra cosa por decir?
SAULO
         La belleza.
RUBÍ
         Muy amable, Saulito. Y, a propósito de ese piropo que suena tan especial, ¿por qué no vamos a su cuarto para finiquitar la deuda que tengo con usted?
(Se le acerca a Saulo y le toca otra vez en el cierre).
SAULO
(Mirando hacia el público)
        Creo que las mujeres son una mierda. Saben muy bien que los hombres somos débiles y vulnerables como bebés, y se aprovechan de nosotros. No sé si esta misma noche me mata algún malandro o no sé si mañana. De todas maneras, tarde o temprano de alguna cosa fea tiene que morirse uno. Me da pena con Dios y con este público que me escucha, pero, por tratarse hoy de mi cumpleaños, me voy con esta chica. Vámonos, mi amor, que la noche es tan corta como la vida misma.
(Toma de la mano a Rubí y se retiran apurados).
FIN


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