EL VELORIO DE LIBORIO

EL VELORIO DE LIBORIO
Escrito por: © Enrique Santiago



INTRODUCCIÓN
En los funerales, particularmente de hombres que dejan riquezas, se suscitan una serie de anécdotas como las que aquí se ilustran. Los deudos padecen de cierta tristeza, pero por otra parte está la intriga por lo que deja el difunto. Y muchas veces, en pleno funeral se descubren las intimidades más recónditas del fallecido, cosa que deja llenas de asombro a las personas que velan alrededor de su cadáver.

LOS PERSONAJES
LIBORIO. El que está en el ataúd.
BERTA. Mujer madura y elegante. Esposa de Liborio.
EL HIJO. El hombre joven, hijo de Berta y Liborio.
BORRACHO. Un hombre que entra a despedirse del difunto.
MÚSICOS. Dos serenateros que trabajan en la funeraria. La canción "La muerte" es de autor desconocido, pero fue interpretada por el cantante mexicano Antonio Aguilar en los años 60s. El realizador puede optar por otra canción acorde al caso.
LA MUERTE. La imagen clásica de una calavera encapuchada con una guadaña en la mano. La guadaña es una herramienta agrícola que consta de un palo largo con una cuchilla en el extremo.
DOS MUJERES. Al funeral entran una madre con su hija a expresar pesar y agradecimiento a Liborio.
EL MORENO. Hombre joven de color, supuestamente hijo entre Liborio y una cocinera negra.
OTRO PAR DE MUJERES. Entran riñendo al recinto por equivocación.
ADELA. La extrabajadora doméstica, mujer de color, cocinera en casa de Berta y Liborio, madre del joven de color.
EL DE SOMBRERO. Hombre con aspecto de trabajador agrícola. Vendedor de cigarrillos especiales.
DOS AGENTES DE POLICÍA.
TRES PERSONAS. Acompañantes silenciosos al lado de Berta y el hijo.

PARTE ÚNICA
Están la viuda y el hijo sentados al lado del féretro. Hay otras tres personas sentadas en silencio.
BERTA
(Llorando)
        ¿Por qué te lo has llevado, Dios mío? Si él era mi compañero de toda la vida. ¿Por qué? Si no estaba tan viejo.
EL HIJO
         Recuerda, mamá, debemos colocar junto a los restos de mi padre un millón de dólares. Eso fue lo que nos dijo una vez.
BERTA
         ¿Qué? Le acepté miles de ideas locas, pero esa sí es verdad que no.

EL HIJO
         Madre, fue su petición. Además, dejó bastante en sus cuentas bancarias.

BERTA
         No insistas. Mejor le voy a introducir sus tres tarjetas de crédito. Con eso puede comprar lo que quiera allá en el otro mundo, porque el efectivo se le puede acabar en cualquier momento.
La viuda se levanta y se acerca al féretro e introduce las manos como acomodándole algo al difunto. En eso entra un hombre notablemente ebrio con un maletín de herramientas.

EL BORRACHO
         ¡Ay, mi amigo, mi gran amigo, mi amigo del alma! ¿Por qué te fuiste así tan de repente? Sin siquiera habernos echado juntos las últimas cervezas. No puede ser, hermano. No es justo.
(Al ver que la viuda afanaba arreglando algo en el muerto)
         Señora, déjeme esa tarea a mí. Yo le acomodo el peluquín. Se le resbala como si tuviera mantequilla. Vaya usted tranquila a su asiento que yo le pego su peluquín.
(La mujer se vuelve al asiento, mientras el hombre saca algo de su maletín para fijarle el pelo postizo al fallecido)
         Mire, señora, venga para que vea como le quedó. Fino.

BERTA
(Mirando hacia el cadáver)
         Ah, sí. Le quedó muy bien. ¿Cuánto le debo por eso?

EL BORRACHO
         No, no señora. No se preocupe por eso. Por un poco de pega de zapatos yo no puedo cobrar. Sería una ofensa a la memoria de mi amigo Remigio.

BERTA
         ¿Remigio? No, señor. Mi esposo no se llamaba Remigio, se llamaba Liborio Arriechea.
EL BORRACHO
(Poniéndose los anteojos)
        ¿Qué? Oh, dispense usted, señora. Me equivoqué de muerto. Es que estas funerarias con un lote de cuartos lo hacen confundir a uno. Con permiso.

(El borracho se retira. Entran al salón dos hombres con sendas guitarras y se dirigen a la viuda).
MÚSICO 1
         Dispense usted, señora. Somos los que les damos la última serenata a los difuntos. Aquí está el listado de las canciones en caso de que le interese.

BERTA
         ¿Cómo es eso? ¿Serenata para los difuntos?

EL HIJO
         Sí, madre. Eso se acostumbra. No importa. Póngalos a cantar alguna canción de esas. Con eso colaboras con la economía informal. De alguna manera debe vivir la gente, ¿no?
BERTA
         Está bien. Canten cualquier canción, por favor. Mi esposo no era dado a la música y ahora que está muerto, supongo que menos le va a interesar.
Canción interpretada por el dúo, mientras el personaje de La Muerte aparece al frente de los cantantes:
Viene la muerte luciendo 
mil llamativos colores 
ven dame un beso, pelona 
que ando huérfano de amores. 

El mundo es una arenita 
y el sol es otra chispita 
y a mí me encuentran tomando 
con la muerte y ella invita. 

No le temo a la muerte 
más le temo a la vida 
como cuesta morirse 
cuando el alma anda herida. 

Dicen que van a asustarme 
llevándome a tu presencia 
si estas durmiendo en mi vida 
es natural si despiertas. 

Se va la muerte cantando 
por entre las nopaleras 
en qué quedamos, pelona
¿me llevas o no me llevas? 

No le temo a la muerte 
más le temo a la vida 
como cuesta morirse 
cuando el alma anda herida. 
Tomado de AlbumCancionYLetra.com
Se va la muerte cantando 
por entre las nopaleras 
en qué quedamos, pelona
¿me llevas o no me llevas?


                                                              LA MUERTE
                                                              (Al público)
       ¿Alguno de ustedes quiere venirse conmigo? (Seguro que le responden que no). En verdad les digo que con este asunto de la peste del coronavirus he estado bastante ocupado en los últimos días y me siento algo cansado. Mejor me voy a pasar unas breves vacaciones en el mar Caribe. (Se retira).

BERTA
         Bonita canción. ¿Cuánto les debo?

MÚSICO 2
         Denos 30 dolaritos.

BERTA
         ¿Tan caro?

EL HIJO
         Ay, mami. No seas tan pichirre. Dales lo que piden.

BERTA
         Está bien, está bien. Gracias.
(Les paga)

MÚSICO 2
         Gracias a ustedes. Con permiso.

(Entran dos mujeres, aparentemente una es la hija de la otra).

MUJER 1
(Llorando)
         Es que las personas buenas no duran mucho en este mundo. Qué mala suerte.

MUJER JOVEN
         Si no hubiera sido por este señor, yo no hubiera podido estudiar en la universidad.

MUJER 1
         Qué mala suerte, hija.
BERTA
(Comentando a su hijo)
         Mala suerte para las dos, quizás. No eran extrañas mis sospechas con las andanzas del Liborio. Hoy ha sido uno de los pocos días que tengo certeza dónde se encuentra, y mañana después del entierro ya sabré perfectamente dónde está y quién se lo está comiendo.

EL HIJO
         Mi papá era un zorro. Las dos no tienen muy buena pinta. Creo que a ambas les cobraba en especies.

MUJER 1
         Chao, mi Liborio. Me dejas triste y con varias cosas pendientes.
(Ambas mujeres se retiran)

BERTA
         ¿Escuchaste, hijo? “y con varias cosas pendientes”. Quién sabe qué vainas le prometería el embustero ese.
EL HIJO
         Mamá, por favor, ya no ofendas a mi padre. A los muertos se les respeta.

BERTA
         Era tan embustero, que hasta me parece fuera de lugar que esté allí, adentro de ese ataúd.
(Hace entrada un hombre de color, joven, y se dirige a la viuda).

EL MORENO
         Disculpe. ¿Es usted la viuda del difunto Liborio?

BERTA
         Sí. Yo soy.

EL MORENO
         Mis condolencias, señora.

BERTA
         Gracias.
El desconocido se sienta al lado de la viuda y del hijo.

EL MORENO
         Quería decirle, señora, de buenas a primeras, que yo soy hijo del difunto.

BERTA
 ¿Qué? ¿Y por qué no apareciste en mi casa cuando tu padre estaba vivo?

EL MORENO
         Me daba vergüenza.

BERTA
         ¿Te dio él su apellido?

EL MORENO
         No.

BERTA
         Me imagino que tu madre es morena.

EL MORENO
         Sí.

BERTA
         El Liborio siempre decía: Odio a los negros. Siempre siento rabia cuando los veo.

EL HIJO
         Lo que pasa es que él se refería a los negros, pero no a las negras. Muchos blancos dirán lo mismo, pero todos desean acostarse con Beyoncé o con Rihanna.

EL MORENO
         ¿Y de qué se murió?

BERTA
         Estaba emocionado viendo un partido de fútbol del Barcelona contra el Real Madrid, y en eso el juego fue interrumpido por una cadena nacional de TV donde se puso a hablar pistoladas el presidente de la república. Allí agarró una rabia, volteó los ojos, se tiró un pedo y se estiró como una melcocha. Ese fue su fin.

EL HIJO
         Los tiranos matan a la gente no solo con hambre. Las rabias también matan.
(De súbito, entra una mujer al velorio y otra viene rápido detrás de ella).

MUJER 1
         ¡Remigio! ¿Dónde está mi Remigio?

MUJER 2
         ¡Ese no es tu muerto, prostituta, roba-maridos!
(Las mujeres se toman por los cabellos).

MUJER 2
         Me querías robar a mi esposo. Bueno, ahí muerto ya no te sirve.

MUJER 1
         Y a ti tampoco.

EL HIJO
         Disculpen, señoras. Se han equivocado. El difunto en esta habitación se llamaba Liborio. El finado de ustedes debe estar al otro lado de la funeraria.
(Las peleonas se retiran).
BERTA
         Qué escenas tan especiales se ven en los funerales. Creo que es mejor enterrar rápido a la gente para evitar estas escenas.

EL HIJO
(Al moreno)
         ¿Y quién te dijo que mi padre había muerto?

EL MORENO
         Me lo dijo Adela.

BERTA
        ¿Adela? ¿Cuál Adela?

EL MORENO
         La cachifa que cocinaba en su casa hace 20 años. Ella es mi madre.

BERTA
         ¡Dios mío! Miren a la Adela con su carita de la Virgen de Guadalupe. También se la raspó el Liborio. Por eso fue que ella se desapareció de mi casa sin decir ni adiós ni hasta mañana. La busqué por todos lados y no la encontré. Extrañé muchísimo su sancocho de costilla, el pasticho que hacía, el dulce de higos y el quesillo. Tremenda cocinera la Adela.
(Hace entrada una mujer de color).

BERTA
         ¿Eres tú, Adela?

ADELA
         La misma, señora Berta.

BERTA
         ¿Tengo que darte el pésame a ti? ¿O cómo se le hace en esta situación?

ADELA
         No sé qué decirle, señora.

BERTA
        ¿Por qué no me lo dijiste años atrás?

ADELA
        Su esposo me lo impidió.
BERTA
        ¿Y ahora qué quieres de mí?
ADELA
 La parte de la herencia que a mi hijo le corresponde.

BERTA
         Por lo menos hay que esperar que entierren a Liborio. Esto es un funeral. No es momento de negociar lo que deja una persona. Además, hay que hacer un análisis de CNN para comprobar el parentesco.
EL HIJO
(Corrigiendo a Berta)
         Mamá, no es CNN; es ADN.
BERTA
         Ah, digo, ADN. Sí. Pero dejemos eso para luego.


(Entra un hombre de sombrero con pinta de granjero)

EL DE SOMBRERO
       Buenas noches. (Algunos de los presentes le responden. Se acerca al ataúd para ver al difunto). Sí, este es el mismo señor Liborio. (Mira adonde está Berta y el hijo). ¿Ustedes son los familiares?

BERTA
     Sí, señor. Nosotros somos la esposa y el hijo. Bueno, parece que también el joven (señalando al moreno) es hijo. Me vengo a enterar de esa novedad hace ratico.

EL DE SOMBRERO
       Bueno, señora. En primer lugar, le doy mi sentido pésame.

BERTA
      Gracias.

EL DE SOMBRERO
(Sacando un papelito del bolsillo de la camisa)
     ¿Quién me pagará la deuda que el señor tenía conmigo?

BERTA
     ¿Usted era proveedor de la compañía?

EL DE SOMBRERO
    ¿Proveedor?

BERTA
   En caso de que usted tenga las facturas correspondientes, la administración de la empresa no dejará de pagarle, aunque el propietario haya fallecido.

EL DE SOMBRERO
     No tengo ninguna factura. Soy vendedor informal.

BERTA
    Entonces no se puede hacer más nada. Para comprobar una deuda informal habría que hacer una sesión de espiritismo para ver que nos dice el difunto. Pero el tipo era tan agarrado que sospecho que incluso allá en el otro mundo no deja de ser el mismo. Seguro que niega que le quedó debiendo a usted. ¿Y qué cosa le vendió usted a Liborio?

EL DE SOMBRERO
    Me visitaba cada 15 días y me pedía fiado un cigarrillo de monte. Se fumaba el cigarrillo allí mismo, en el patio de mi casa.

BERTA
    Válgame Dios. Sé que existen marcas famosas de cigarrillos como Camel y Marlboro. Mi esposo se fumaba un cigarrillo cada dos o tres días. No era tan vicioso. Ahora bien, no sabía que existían esos cigarrillos de monte. ¿Y cuantos cigarrillos le quedó debiendo?

EL DE SOMBRERO
     Dejó una deuda de 30 cigarrillos. Cada uno a 3 dólares da un total de 90 verdes. Aquí lo tengo anotado (muestra un papelito). Me fiaba y pagaba retrasado dizque porque casi nunca cargaba efectivo.

BERTA
    ¡Santo Dios! No sabía que existieran unos cigarrillos tan especiales.

EL DE SOMBRERO
   Sí. Le gustaban mucho. Pero en el acto se emocionaba y a veces se ponía triste y largaba el llanto. Hubo un tiempo en que mencionaba a una tal Nora, decía: “¡Me arrepiento por lo que le hice a Nora!”. Se emocionaba tanto que decía que la veía clarita allá donde tengo una mata de coco. Y me decía: “Véala usted, amigo. Mire ese cuerpazo, esas curvas de guitarra. Tan lindo que le queda ese tatuaje debajo del ombligo. Vea ese par de cocos”. Y yo miraba y lo único que veía era a esa mata inútil que ni cocos produce.

BERTA
   ¡¿Qué?! Eso quiere decir que el desgraciado también se raspó a mi hermana Nora. Bueno, ella en realidad nunca ha sido tan santita; pero si más tarde se acerca al funeral le voy a preguntar si no quiere acostarse con él un ratito más, allí dentro del ataúd a modo de despedida.

EL HIJO
     Ay, mamá. Deja ya el fastidio. Para esas cosas ya no hay remedio.

EL DE SOMBRERO
    Disculpe, señora. Metí la pata. Creí que la tal Nora era usted.

BERTA
   Tranquilo, hombre. Creí que las sorpresotas de mi marido eran exclusivamente mientras estuviera vivo. Pues vean, se murió y sigue haciendo de las suyas. ¿Y qué más dijo mi esposo?

EL DE SOMBRERO
   Dijo que después que Nora le dio de probar el plato fuerte más el postre, él le embarcó con el millón de dólares que le había prometido, y que era eso lo que más le remordía en la conciencia.

   (En eso llegan dos agentes de policía).

AGENTE 1
(Al de sombrero)
    ¡Al fin te agarramos! Manos arriba, sinvergüenza.

EL DE SOMBRERO
    ¿Qué pasa aquí? Esto debe ser un error, señores.

AGENTE 2
(Mientras le pone las esposas)
   ¿Error? Pues sí. Bastantes son los errores que has cometido, mamerto, y por esos vas preso (se lo llevan).

BERTA
(Al hijo)
    ¡Guau! ¿Qué sería lo que hizo?

EL HIJO
    Andaba en negocios cochinos, así de simple.

EL MORENO
    Es que vender cigarrillos de monte no es legal, señora Berta.

BERTA
    ¿Y la deuda de Liborio con él?

EL HIJO
   Olvídate de eso, madre. Las personas sin escrúpulos navegan siempre sobre el mar de las mentiras.

BERTA
   Sí, pero lo más coherente que contó fue lo de tu tía Nora. Ella se mandó a tatuar un murciélago justo por encima de los vellos. Ese tatuaje no se ve a simple vista. Para eso hay que quitarse la ropa. Qué barbaridad, el velorio de Liborio ha sido hasta ahora una cosa verdaderamente impresionante. Y la noche apenas comienza.

    (Se hace una pausa. En eso Liborio se sienta sobre el Ataúd con los ojos bien abiertos mirando hacia el techo. Todos los que están allí se asustan).
ADELA
         ¡Ay. Liborio nos está espantando!
                                                                    BERTA
      ¡Sálvanos, Jesucristo!

    (Todos se retiran corriendo y emitiendo gritos de terror. Liborio mira hacia los lados y se retira del ataúd estirándose y acomodando su cuerpo maltrecho).

LIBORIO
         ¿Qué vaina es esta? Se ve que a uno no lo quiere nadie en esta vida. Medio lo ven a uno desmayado y ya lo quieren mandar al cementerio. Tremenda pinta me pusieron encima, pero me dejaron descalzo. A fin de cuentas, ¿a quién le van a lucir los muertos? Pero conmigo se pasaron de brutos. ¿Qué tipo de médico examinaría mi cuerpo? ¿En dónde se graduaría esa lumbrera de la medicina? Con razón que a muchos médicos les llaman matasanos. ¿Cuánto tiempo la pasaría yo desmayado? Deben haber pasado unas cuantas horas, porque me duelen todos los huesos. Por el día de hoy me río de la muerte, pero más adelante será ella la que se va a reír de mí. Lo bueno del caso es que aún faltan muchos amaneceres. Quizás.
¡Berta, mi amor! ¡Búscame unas chancletas, por favor! Mira que tu maridito ha resucitado. Ay, seguro que se pone a decir: "Bicho malo nunca muere".

FIN






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