A MARGARITO SE LE MURIÓ EL PAJARITO

A MARGARITO SE LE MURIÓ EL PAJARITO
Escrito por: ©Enrique Santiago

INTRODUCCIÓN
En el presente escrito se narra el comienzo de un día cualquiera de una familia común en un país particular de América Latina. Los hechos se remiten al encuentro de los miembros de la familia, justo cuando parte de ellos se van a la calle a trabajar. El personaje central es un viejo jubilado y de aspecto enfermizo. La muerte ronda en un ambiente cargado de pesimismo, gracias a la catastrófica situación económica del país en que se encuentran.

LOS PERSONAJES
Margarito: Hombre de la tercera edad, jubilado y con semblante de enfermo. Permanece sentado en un sillón, con un bastón en las manos.
La Muerte: Personaje vestido de negro con cara de calavera, lleva en la mano una guadaña.
Dolores: Mujer mayor, esposa de Margarito.
Dora: Hija de la pareja anterior, mujer joven y guapa. No tiene un trabajo fijo. Al parecer trabaja como actriz. Viste con ropas de colores brillantes y de escasas telas.
Santa: Hija de la pareja, mujer joven de bello rostro, es monja y lleva sus hábitos.
Joel: Tercer hijo de la pareja, es guardia nacional. Lleva encima una serie de implementos como: casco, chaleco antibalas, pistola, rolo, cuchillo, granadas y bombas lacrimógenas.
Otto: Cuarto hijo de la pareja. Es cocinero, anda vestido con traje de chef: bata blanca, delantal y gorra.

EL ESCENARIO
Es la sala o el recibo de la casa. Hay varios muebles, una mesa central donde reposa una pequeña jaula y se ven algunos cuadros al fondo.

PARTE ÚNICA
MARGARITO. Llegar a viejo es una de las bromas más pesadas que nos hace la vida. Parece que la tristeza me va apagando la existencia, como si de una vela encendida se tratara. La vida es igual que la llama que enciende la vela. Y la vela es el cuerpo que se va desgastando. Qué día tan malo. Mi canario ha amanecido muerto en su jaula. La ausencia de sus cantos alegres le ha dado una nota lúgubre a este día gris de diciembre. No sé cuántos años tenía ese animalito haciéndome la vida más llevadera. Le voy a extrañar.
LA MUERTE (entrando). Hola, Margarito.
MARGARITO. Hola, Muerte. ¿Acaso vienes por mí?
LA MUERTE. Aún no. Vengo a reclamar el cadáver de tu canario.
MARGARITO. Ahí está en su jaula. Puedes llevártelo. Llévatelo con todo y jaula, porque creo que ya no habrá más pájaro para mí. Y mejor sería que me llevaras de una vez a mí también.
LA MUERTE. No. Aún no te toca. Cumplo órdenes. No me pidieron que viniera a buscarte. Todavía debes permanecer un tiempo más por acá en el mundo.
MARGARITO. ¿Cuánto tiempo?
LA MUERTE. No sé decirte. La Muerte no sabe nada del futuro. Solo sabe cumplir con su misión. (Toma la jaula con el ave muerta).
MARGARITO. ¿No quieres jugar ajedrez conmigo?
LA MUERTE. ¿Con qué objeto?
MARGARITO. Si gano me vienes a buscar más temprano.
LA MUERTE. No. Ya no hago ese tipo de negocios. Alguna vez lo hice, pero el que está por encima de mis decisiones me reclamó. En aquella época puse fuera de combate a varias personas dentro de un castillo que pertenecía a un caballero de Las Cruzadas de la Edad Media. Pero el jefe del universo me dijo que yo no tenía derecho a ponerle fecha a la partida de la gente. Lo siento. Tengo que irme (Se retira).
MARGARITO. Guau, Muerte, qué vieja eres y cómo trabajas.
LA MUERTE. Adiós, don Margarito.
MARGARITO. Mejor dame un “hasta luego”. Ya me siento cansado y aburrido. Este mundo ya no es para mí.
LA MUERTE. Está bien. Hasta luego. (Se retira con la jaula en la mano).
DOLORES (Entrando con una tasa de café). Buen día, mi querido esposo.
MARGARITO. Ni tan bueno, Dolores. (Recibe la tasa) Gracias.
DOLORES. ¿Otra vez pesimista?
MARGARITO. Y hoy más que nunca.
DOLORES. ¿Por qué?
MARGARITO. Porque se me murió el canario. Hace un instante La Muerte se lo llevó.
DOLORES. ¡Oh, no puede ser!
MARGARITO. Amaneció totalmente sin vida. Caído, en el fondo de su jaula.
DOLORES. ¡Oh, Dios! Cómo extrañaré a tu pajarito. Tan bello que cantaba. Era cumplidor bien temprano en la mañana cuando apenas la claridad se asomaba por las ventanas. Era fuerte, enérgico. Hace años atrás levantaba bien la cabecita cada vez que yo me acercaba a su jaulita. Yo le rascaba el cuellito con la punta de los dedos y le daba por estirar más su pescuecito. Lo único malo es que era muy rapidito cada vez que cantaba. Hace años atrás que conocí a otros canarios que cantaban menos apresurados y sus canciones eran algo más entretenidas. Cantaban de lo más bello. Guau, qué tiempos aquellos. A veces es preferible no acordarse ni de lo bueno, porque la nostalgia termina volviéndonos más tristes.
DORA (entrando). Buenos días, padres. ¿Cómo amanecieron?
DOLORES. Un pelo tristes.
DORA. ¿Y cuál es la novedad? ¿Qué otra cochinada hizo la dictadura de este país?
MARGARITO. La dictadura no da tregua. Cada día arremete contra el pueblo. La dictadura se alió con Satanás. A esta nación le queda aguantar hambre, muerte y miserias, hasta que Dios decida otra cosa.
DOLORES. A tu padre se le murió el canario.
DORA. Ay, papi. Yo sé que tú adoras mucho a los animales y a la Madre Naturaleza, pero muy bien podrías sustituir tu mascota por una nueva.
MARGARITO. Dora, mi pajarito es irremplazable. No puede haber otro como él. Me acompañó en muchos instantes decisivos. Su posición erguida y desafiante al entonar cada uno de sus cantos, fue la inspiración en cada batalla. Sus cantos fueron una especie de combustible que me hacía salir a la calle a enfrentar las dificultades del mundo.
DORA. No lo tomes de esa manera, padre. Bueno, a mi esos pajaritos tan chiquitos no me gustan. Yo mejor preferiría un salchichón.
DOLORES. ¿Salchichón? ¿Cómo así?
DORA. Me refiero a que de mascota me gustaría un perro salchicha.
MARGARITO. No sé. Quizás más adelante me dé por adoptar a un perrito. Pero lo cierto es que como mi pajarito no hay otro.
DORA. Papi, también podrías comprar otro pájaro. Bueno, a mí en realidad me gustan los pájaros grandes y oscuros.
DOLORES. ¿Oscuro? No. No quiero tener zamuros ni cuervos en mi casa. Además, esas aves no cantan.
MARGARITO. ¿Y para dónde vas, hija?
DORA. A buscar chamba en la avenida Libertador. Por allá hay un lugar donde necesitan a una actriz de reparto.
MARGARITO. ¿Y qué película estarán filmando?
DORA. Creo que es una película de acción, de bastante acción, donde una tiene que sudar la gota gorda para ganar el pan nuestro de cada día.
MARGARITO. Me da cosa contigo que no tengas un empleo seguro y estable. Tantas veces que te rogué para que siguieras estudiando, pero nada. Preferiste perder tiempo yendo de una discoteca a otra al lado de una cuerda de locos.
DORA. Basta ya con tus cantaletas, padre. Lo que ya está hecho no tiene vuelta atrás.
MARGARITO. Aún eres joven y bonita. Estás a tiempo de seguir adelante, pero de una manera más fructífera.
DORA. Ser actriz de reparto no es una chamba tan buena que se diga. Pero, al menos me permite enfrentarme a la vida.
DOLORES. A mí ese tipo de trabajo no me agrada, hija. Aún eres guapa y muy joven. Creo que mereces algo mejor.
DORA. Sí, madre. Es posible que un día de estos mi vida se enrumbe en otra dirección. Este es un mundo de milagros.
SANTA (entrando). Buenos días, familia. ¿Cómo están todos? (Los demás responden en coro).
DOLORES. ¿Para dónde vas, Santa?
SANTA. Me voy al convento, madre. Ayer dejaron en la puerta a tres recién nacidos. La miseria no nos deja descansar. La gente ya no quiere hacerse cargo de sus hijos. La vía fácil es botarlos, dejarlos abandonados a la buena de Dios.
DORA. Por lo menos supieron donde los estaban dejando.
SANTA. Desde que el mundo es mundo, la injusticia, la maldad no se detiene.
DORA. Bueno, yo me despido. Debo irme en pos de una chamba.
SANTA (A Dora). ¿Chamba? ¿Encontraste empleo?
DORA. Sí, Santita. Aunque raro te parezca.
SANTA. Perdona, hermana. No me acordaba que no me debo entrometer en tu existencia, pero por el bien tuyo y de nosotros tus familiares, deseo que endereces tus caminos.
DORA. Ay, Santita. Okey, está bien. Estoy dispuesta a mejorar.
SANTA. Dios quiera y sea cierto, porque la semana pasada desde un bus te vi parada en una esquina al lado de un trío de mujeres de mala pinta.
DORA. Era que pasaba por allí. Son amigas mías. Sin embargo, Santita, yo no entiendo por qué tú me quieres dar a mí lecciones de moral, porque la otra vez vi en tu teléfono que te habías sacado unas fotos con mis ropas interiores más sexis mientras te veías en el espejo.
SANTA. ¿Quién? ¿Yo?
DORA. Sí, tú, Santa. No fue mi mamá.
SANTA. No es cierto.
DORA. Ah, ¿no es cierto? Y qué bien te luce mi ropa interior, Santita. Creo que a ti te queda mejor que a mí la chamba de actriz de reparto. Has merecido una vida mejor que la del convento.
SANTA. Claro, es porque ves el mundo de acuerdo con tus propios gustos.
DORA. Bueno, perdona, Santa. Ya no vale la pena seguir con esta discusión. Con permiso. (Se retira).
JOEL (entrando). Hola, buenos días. (Los otros responden en coro).
MARGARITO. Hijo, te pareces a Robocop con ese traje y todas esas cosas que llevas encima.
JOEL. Bueno, padre. Como debes saber, hoy hay manifestaciones cerca del palacio presidencial. Por eso debo ir preparado.
DOLORES. De verdad, hijo mío, que no me gusta el trabajo que tienes. Eso de estar conteniendo a turbas enfurecidas, eso me huele a peligro. ¿Y qué es eso que llevas allí? ¿Es una cerveza?
JOEL. No, madre. Eso es una bomba lacrimógena.
MARGARITO. Se la tiran a los manifestantes y se ponen a llorar sin ganas. A mí me tocó llorar sin ganas cuando era estudiante.
JOEL. Sí, así es. Con esto no se mata a nadie, es solo para espantar a la gente.
MARGARITO. Con tantos peroles que llevas encima, con un solo empujón te puedes ir al piso a comer tierra.
SANTA. Hay una nota de violencia en todo ese rollo. Los que manifiestan están bravos. Y los los gendarmes como tú operan con la fuerza.
JOEL. No hay otra salida. A la fuerza se le contiene con otra fuerza.
SANTA.  Los gerentes delincuentes de la nación son iguales que los fariseos, sacerdotes y escribas de los tiempos de Cristo. Practican la represión, practican la corrupción solo a favor de sus propias barrigas. Y los ves por allí todos cachetones. No pasan hambre, no les falta nada. ¿Pero al pueblo? A los pendejos les queda pasar toda suerte de miserias.
MARGARITO. Dime, Joel. ¿Tú les crees a los del régimen?
JOEL. No les creo nada, padre. Solo cumplo con mi trabajo.
MARGARITO. Si ustedes los militares no le creen a esos corruptos deberían revelarse. El pueblo está pasando hambre y lo tienen de rodillas.
JOEL. En verdad les digo que, si algún día el dictador llega a estar a mi lado, lo mato. Moriré feliz por la libertad de mi patria. Aunque es mejor que eso nunca suceda. Es difícil para mí pensar que moriré para no volver más nunca a pescar en las lagunas de los llanos.
SANTA. No pienses así, Joel. La Biblia dice: “No matarás”. Ese es uno de los mandamientos de Dios.
JOEL. No lo veo así, hermana. Matar a un dictador es, al contrario, proveer de vida y de futuro a todo un pueblo hartamente martirizado.
DOLORES. Ya no hablen más de muerte. Ya basta con que en el día de hoy a Margarito se le murió el canario.
SANTA. ¿Qué? Con razón que esta mañana le noto cierto aire de tristeza a mi papá. Lástima que se murió su pajarito. Cuando era pequeña soñé con tener un canarito. Pero la idea se me fue de la mente. La búsqueda de Dios pudo más conmigo, si no, quizás más de un pájaro hubiera tenido. Pero luego me bastó con que mi padre trajera a ese animalito que era un cantante de primera.
JOEL. Papá, si quieres te traigo un loro de esos habladores y groseros. Por allá en los llanos donde viajo a pescar la gente los vende.
MARGARITO. No te preocupes, hijo. Para hablador de pistoladas y groserías, para eso está el presidente ilegítimo de este país. El tipo tiene la idea de que a una nación se le gobierna hablando basura y ofendiendo a los demás en la pantalla de la televisión.
JOEL. Bueno, mi gente. Me voy. El deber me llama.
DOLORES. Cuídate, hijo mío. Bórrate esa idea de que quieres echarte al dictador. Déjale ese trabajo a otro. Lo ideal es detenerlo algún día y llevarlo a un juicio. Porque debe pagar todos los abusos cometidos.
SANTA. Yo también me voy. Chao, mis amores. (Ambos hermanos se retiran).
MARGARITO. Dios les bendiga.
OTTO (entrando). Buenos días, papito y mamita. ¿Cómo amanecen?
DOLORES. Bien, hijo. Parece que te has levantado tarde hoy, Otto.
OTTO. Sí. Se me pegaron las cobijas. He despertado tarde. Fue que no escuché cantar al canario.
MARGARITO. Mi pajarito pasó a mejor vida.
OTTO. Qué lástima. Se murió mi despertador natural. ¿Y de qué se moriría?
DOLORES. Supongo que de viejo. De cualquier cosa se muere uno. A todos nos llega la hora, incluso a las aves.
OTTO. A veces me pregunto qué clase de vida es la de un pajarito para pasar toda su humilde vida encerrado en una jaula. ¿Nos gustaría a nosotros vivir así?
MARGARITO. Son pájaros domésticos. No son salvajes.
OTTO. Por más doméstico que una persona sea, es inhumano que viva encerrada para siempre entre cuatro paredes. Además, ¿de dónde vienen los canarios?
DOLORES. Vienen de la Naturaleza.
OTTO. Nos da pena que la gente sea encerrada por sus pecados, pero más dolor nos da que sea encerrada sin motivos.
DOLORES. ¿Y por qué te has puesto tu traje de chef?
OTTO. Es porque ando retardado.
MARGARITO. Otto, hijo, te van a sacar fotos en el bus y vas a aparecer en Youtube y en las otras redes sociales.
OTTO. No, padre. No podré irme en bus. Hay paro de transporte público. Este país está hundido en un foso. Todo se derrumba como un castillo de arena.
DOLORES. ¿Cómo te vas a ir, entonces?
OTTO. Me iré en la bicicleta. Estimo que en media hora llegaré al restaurant.
MARGARITO. No sé qué clase de cocinero eres. Nunca he probado ni siquiera un sándwich hecho por ti. ¿No será que estás metiendo embustes y mezclas cualesquier grupo de ingredientes al azar?
OTTO. Un día de estos te voy a cocinar un plato de primera, padre.
MARGARITO. Me tienes con ese cuento desde que comenzaste a trabajar de cocinero.
OTTO (riendo). En tu próximo cumpleaños te voy a hacer un salmón con salsa de perejil, esto acompañado con una ensalada césar. Te lo prometo.
MARGARITO. Espero que no sean promesas de político. Y a propósito de eso, en caso de que a ese restaurant vayan los corruptos a planificar sus cochinos negocios, no te olvides de generarles una disentería.
DOLORES (al hijo). No le hagas caso.
OTTO. No, padre. El país está en quiebra, y si me pongo a correr los clientes me tendré que morir de hambre.
MARGARITO. Tranquilo, es una broma.
OTTO (retirándose). Bueno, me despido de ustedes. Feliz día.
DOLORES. Dios te bendiga, hijo. Que te vaya bien.
MARGARITO. Curioso mi cuarteto de hijos. Si uno los pone a los cuatro juntos parecen como si estuvieran en una fiesta de disfraces: uno es guardia nacional, otro es chef, la otra es monja y la última es actriz repartiendo.
DOLORES (corrigiendo). Actriz de reparto, Margarito.
MARGARITO. Ah, okey, digo, actriz de reparto. Pero, no sé. No estoy conforme con las formas de vida de mis hijos. Exceptuando a Santa, la monja, en un país quebrado económicamente ninguno de ellos podrá prosperar. Y si yo me muero no dejaré casi nada de herencia como para que se defiendan. Pobres chicos.
DOLORES. Dios provee. De alguna manera todos sobrevivimos.
LA MUERTE (entrando). Hola.
MARGARITO. ¿Otra vez por aquí? ¿Qué quieres?
LA MUERTE. No te preocupes. Por tu casa no vengo a buscar a nadie. Tan solo venía a preguntarles en cuál casa vive don Hermógenes, un señor que tiene cien años de edad.
MARGARITO. Sería antiético que te lo dijera. Es como si un sicario ande detrás de un vecino para matarlo y venga yo de soplón y le indique donde se encuentra.
LA MUERTE. Me mandaron a buscarle. Ya ha vivido muchos años. Recuerden que setenta son los años del hombre. Lo demás es obsequio de la casa.
DOLORES. ¡Guau! A don Hermógenes le obsequiaron nada más y nada menos que treinta años. Casi nada.
MARGARITO. Pero, ¿por qué no? Merece vivir más. A veces me asombra cómo ese señor disfruta del aire fresco en su jardín, y cómo es feliz acompañado de su gato y su perro.
DOLORES (a La Muerte). Lo sentimos. Nosotros no le diremos donde vive.
MARGARITO. Te sugiero que mejor vayas al palacio presidencial y te lleves a una pandillita de desgraciados que tienen a este país en medio de un desastre sin precedentes. Somos un país que damos lástima. Sí, anda para allá y te llevas a esos arrastrados criminales. Anda, vete ya.
LA MUERTE. Está bien. Con permiso. (Se retira).

FIN





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